Un profesor de ciencias sociales debe poseer conocimientos básicos, pero sólidos, de historia, sobre todo contemporánea, debe poseer conocimiento sólidos de geografía, de historia del arte, de economía. Y también alguna aproximación a la sociología, la antropología, la política o el derecho.
En los años como formadora de docentes y como docente de estudios sociales, puedo sin duda asegurar que los profesores de estudios sociales, asociados a "materias aburridas" debemos esforzarnos con los estudiantes para que el contenido de la asignatura pueda asimilarse de la manera que la tenemos planificada, recordemos que no hay asignaturas inútiles.
Pero para enseñar ciencias sociales no basta con conocer las disciplinas. Es necesario aprender a enseñarlas. Y tampoco esta competencia se puede aprender en abstracto. No es lo mismo enseñar historia que física, y aunque existan obvios puntos en común en todos los procesos de enseñanza y aprendizaje, las diferencias son notables.
Todos los profesores y profesoras debemos adquirir una buena fundamentación teórica de cómo se producen los procesos de aprendizaje. La psicología cognitiva ha investigado estos procesos desde hace casi un siglo, con rigor y seriedad, y no podemos ignorar sus aportaciones, aunque como cualquier conocimiento científico es siempre provisional, y no dogmas revelados. Trabajos pioneros como los de Piaget o Vygotski, han cimentado unos principios sobre los que se asientan las mejores pautas educativas actuales: pocos profesores imaginan ya al alumnado como "páginas en blanco" sobre las que "escribir" conocimientos acabados que debe memorizar y repetir; por el contrario, hoy es casi un lugar común concebir el aprendizaje como un proceso dialéctico en el que se confrontan las ideas, opiniones y estereotipos previos y los nuevos datos o argumentos racionales, y que la mayoría de las personas modificamos nuestros puntos de vista cuando nos resultan de alguna utilidad y ayudan a explicar la realidad de manera más eficiente que nuestras posiciones de partida.
Otros científicos sociales, desde sociólogos como Durkheim, filósofos como Adorno o Habermas, psicólogos como Dewey, pedagogos como Stenhouse... han realizado otras valiosas aportaciones teóricas para fundamentar la educación con criterios racionales. Sus reflexiones han dado lugar a modelos y teorías que, asumidas por decenas de miles de profesores y profesoras de todos el mundo, han hecho posible una mejor práctica educativa. Teorías e hipótesis de trabajo que debemos convertir en herramientas del trabajo escolar, contrastarlas con la práctica concreta. La mejor práctica nace de una buena teoría consistente, en la misma medida en que las mejores teorías educativas nacen de la reflexión sobre la práctica, como han puesto de manifiesto Célestin Freinet o Paulo Freire.